viernes, 22 de julio de 2011

Eulogia Tapia "La Pomeña"

Entrevista Eulogia Tapia. Hace 40 años, el Cuchi Leguizamón y Castilla le escribieron “La pomeña”, luego de un duelo de coplas. (fuente: http://www.clarin.com/espectaculos/musica/coplera-gesto-bella-cancion_0_305969558.html)
 

Eulogia Tapia se está poniendo linda. Sentada en el living, se ata el pelo y le pone dos hebillas plateadas. Lleva una camisa blanca, un chaleco negro y una pollera azul. Su cara es alargada y triangular, como una modelo de Modigliani, y está surcada por el viento, el sol y la aridez. Los ojos son pardos y los pómulos dos higos firmes.
La mujer se arregla porque esta noche hay fiesta en La Poma. La escuela del lugar cumple 100 años y llegarán músicos de varios pueblos y de la ciudad de Salta. Eulogia fue convocada para cantar junto a su comadre Amanda Aramayo.
Pero La Poma no es famosa por la centenaria escuela, ni por el viento endemoniado ni por las coplas. Hace 40 años, en ese lugar, se gestó La pomeña , una de las zambas más bellas y emblemáticas del folclore argentino. El escenario fueron estas mismas calles de tierra y casas de adobe, quizás en una noche como la de hoy, con esa luna llena y presumida que dibuja la silueta de los cerros. Y la musa fue justamente esta mujer, que ahora juega con uno de sus seis nietos.
A finales de los 60, los inseparables Gustavo “Cuchi” Leguizamón y Manuel J. Castilla llegaron al pueblo para celebrar el carnaval. Acá conocieron a una Eulogia adolescente, que trabajaba en el potrero junto a su padre cuidando animales y cortando alfalfa y trigo. Ahí mismo se desafiaron en un contrapunto de coplas, donde gana el que no pierde la inspiración. Eulogia derrotó a Castilla, un peso pesado de la poesía, autor de himnos como Bajo el sauce solo y Zamba de Argamonte . Y como premio se llevó un elogio y una promesa: “Su hija salió buena cantora. Le vamos a hacer una zambita”, dijeron el músico y el poeta.
“Ellos vinieron una vez al carnaval y nunca más volvieron. Al año o a los dos, alguien me avisó: ‘Eulogia, la están nombrando en la radio’. No les creí, pero mi mamá escuchó y me dijo que era yo. Me gusta la zamba, porque cuenta cosas que son ciertas. Cuando dice ‘el trigo que va cortando madura por su cintura’, se refiere a mi trabajo de entonces. También nombran al caballo blanco que yo tenía; ellos le preguntaron a mi papá cómo se llamaba el árbol que está al lado de mi casa”. Eulogia vive en el pueblo viejo de La Poma; el sauce está en el mismo lugar y ella sigue sacando agua del mismo río.
La pomeña recuerda lo lindo que eran los carnavales en aquellos años. “Sabíamos mandar muchos caballos con sus cajas. Los animales llevaban manzanos y collares de serpentinas. Ahora no hay nada de eso: nadie anda a caballo ni con cajas; son contaditas las personas que cantan coplas. Ahora les gusta la cumbia y no lo de antes”. Tanto le gustaban a Eulogia los carnavales que uno de esos días se olvidó algunos animales, apurada por llegar al pueblo para el festejo.
“Con mi hermana dejamos tiradas las chivas en el cerro y vinimos a pasear al carnaval. Yo me confié, porque ellas conocían el camino y bajaban solas. Al otro día, cuando volvimos, faltaban varias”, recuerda Eulogia, que ahora pisa los 64 años. Cuando cuenta la historia, es imposible no volver a los versos de la canción, al maravilloso El sauce de tu casa está llorando/porque te roban Eulogia carnavaleando .
Son la diez de la noche y el festival está por comenzar. Afuera, sopla el viento helado, el termómetro marca diez bajo cero y las calles están desiertas. Buena parte de los dos mil habitantes del pueblo están en el Centro Deportivo de la Municipalidad. Pasan todas las fuerzas vivas del pueblo, un ballet y un cantor de Cachi. Y llegan las copleras, Eulogia y su comadre.
Parada en el gigante escenario de madera, la mujer canta y dobla el cuerpo como un junco. “Yo he visto unos ojitos y por esos ojos muero. Me han dicho que tienen dueño y así con dueño los quiero”. Su compañera contesta y Eulogia no se queda atrás, como aquella tarde en el potrero. “El rico le dice al pobre calavera chupador. El rico chupa en la mesa y el pobre en el mostrador”. El contrapunto y el festival siguen hasta las cinco de la mañana. Pero, esta vez, Eulogia se acordó de guardar los animales.
“En la casa todos sabían coplear, en especial las mujeres,”, cuenta la mujer, que tuvo 13 hermanos y que, de tanto escuchar y cantar, llego a ganarle al “Barba” Castilla. “Voy pensando las coplas en el cerro, mientras los animales pastan, porque en la casa no se puede. Siempre hay cosas para hacer”, cuenta Eulogia sobre la creación.
Como en aquellos años, ella vive del campo. Y cuenta que ahora está preocupada porque no llueve y la hacienda corre peligro. “Tengo mis chivitas y ovejitas y con mi esposo siempre sembramos algo: papa, arvejas, habas… Por ahí da y por ahí no por falta de agua o por el frío”. Eulogia tiene dos hijas. Una vive en el pueblo y la otra en Salta. “La ciudad es fiera. Me van a sacar muerta de acá. Yo acá no tengo luz ni gas, pero a mis hijos nunca les faltó nada; aunque sea mote les doy. Soy feliz acá en La Poma, m’hijo. ¿Pa qué me voy a quejar?” Nada fue igual desde aquella visita de los poetas trasnochados. La Poma será siempre el pueblo de la Eulogia. La de la zamba bella y la lengua filosa.

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