martes, 13 de septiembre de 2011

Danzas sagradas del Medioevo

El monasterio benedictino de Santa María de Montserrat alcanzó su mayor esplendor durante el siglo XIV. Surgido de un antiguo eremitorio, donde Tomás Bretón situara la leyenda de su ópera Garín (1892), en un alto y rocoso lugar de la montaña barcelonesa, entre las actuales comarcas del Baix Llobregat, Anoia y Bages, y no lejos de la ciudad de Manresa, el nuevo cenobio comenzó a crecer a comienzos del siglo XI. Cuando el sabio Oliba, hijo del conde de Besalú y Cerdaña, fue nombrado abad de Ripoll, decidió convertir las ermitas montserratinas en un priorato dependiente de aquella abadía. El humilde territorio de ascetas inició entonces un desarrollo que, a mediados del siglo XIV, quedó reflejado en la ampliación del templo, con espacios nuevos como el claustro de los lagartos, concluido por el prior Jaume de Vivers entre 1360 y 1370; uno y otra -claustro y capilla desaparecieron al paso del tiempo y por la incesante saña destructora de los hombres.
El prior Vivers se convirtió poco a poco en un poderoso señor feudal. Llegó a ser abad de Ripoll, señor de los castillos de Esparraguera y Les Espases, de Monistrol y de La Guardia. Su sucesor, Rigalt de Vern, añadió a estos títulos el de señor de Collbató.
Entre 1366 y 1372, el rey Pere el Ceremoniós mandó poner a lo largo del camino las siete cruces de piedra que, labradas por el escultor Pere Moragues con los gozos de la Virgen, pueden verse en una  tabla de Nuestra Señora de Montserrat obra del maestro de Alfajarín.
En aquel momento de esplendor, poco antes de que el priorato fuese convertido en abadía en el año 1409 por deseo y bula del papa Benedicto XIII, fue cuando se recopiló el Llibre Vermell (llamado así por haber sido encuadernado en terciopelo rojo en el siglo XIX).
Se trata de un precioso manuscrito donde figuran, entre otras cosas, diez composiciones destinadas al canto y al baile de los devotos peregrinos a Montserrat. Es milagroso que este manuscrito (nº 1), salido del scriptorium del monasterio montserratino entre 1396 y 1399, haya sobrevivido, sobre todo si tenemos en cuenta la quema de la gran biblioteca y del archivo de la abadía en 1811, durante la invasión del ejército francés. Al parecer se salvó por haber sido prestado al marqués de Lyon poco antes de aquellos hechos lamentables, y pudo ser recuperado por la Comunidad en 1885.
Las diez piezas con notación musical, a modo de breve cancionero, se hallan entre los folios 21 y 27 del códice, copiado casi en su totalidad por una sola mano. El manuscrito consta de 137 folios más cuatro preliminares y dos finales sin numeración, añadidos al encuadernar el códice, escrito sobre pergamino. El contenido del mismo es diverso, pues recoge desde una serie de relatos milagrosos en el citado cancionero, un tratado de confesión, una apología del cristianismo, un tratado sobre el universo, unas «Horas» en lengua catalana, el Memoriade de mirabilibus et indulgentiis urbis Rome, escrito en 1382, dos tratados sacros en latín, un Kalendarium benedictino y una versión incompleta del Speculum peccatoris atribuido a San Agustín, en traducción al catalán.
También es variada la parte musical del Llibre Vermell, donde se incluyen, como en las Cantigas de Alfonso X el Sabio, milagros de la Virgen, en este caso de la de Montserrat. Es una música conectada con la corriente internacional europea del Ars Nova, impuesta en Francia por Philippe de Vitry (1291-1361).
La mitad de las piezas son «virelais», cuya forma suele alternar un estribillo con tres estrofas, estructura cuyo origen parece estar en la Península Ibérica y que llegó a ser utilizada por maestros de la talla de Dufay, Ockeghem y Busnois. Aeste género pertenecen las piexas Stella splendens, Cuncti simus, Polorum Regina, Mariam matrem y Ad mortem festinamus. Es un acierto que la Capella de Ministrers haya iniciado este registro con una versión instrumental de la última pieza citada, la única no rendida a la Virgen, pues se trata de la primera musicalización conocida de la medieval Danza de la muerte. En el convento de San Francisco de la hermosa villa de Morella (Castellón) se conservan unos frescos que representan esta danza, en los que puede leerse el primer verso del estribillo -contrafactum-, ahora en catalán, de la pieza Ad mortem festinamus.
Hay tres composiciones en el Llibre Vermell escritas en forma de canon, o caça: la antífona O Virgo splendens, Laudeamus virginem y Splendens ceptigera, que son cánones a dos o tres voces. Los set gotxs es una balada en lengua catalana a ball redon; y, por último, Inperayritz de la ciutat joyosa es más un motete al estilo francés del Ars Nova que un virelai. Al igual que Mariam, Matrem, fue copiado por una mano diferente a la del resto. Inperayritz tiene un texto en lengua occitana, donde se escriben alabanzas tan hermosas como Vexell de patz, corona d’esperança / port de salut bé segur de tot vent.
Fuente: Diverdi Nº 106

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