lunes, 25 de julio de 2011

Don Giovanni



Ver video en Youtube: http://youtu.be/SotSKAYTyDw
Ópera en dos actos. Texto de Lorenzo da Ponte.


Título original: Don Giovanni (ossia: II dissoluto punito).

Personajes: don Giovanni (barítono); Leporello, su criado (bajo); el comendador (bajo); doña Anna, su hija (soprano); don Ottavio, su novio (tenor); doña Elvira, noble dama de Burgos (soprano); Masetto, un campesino (barítono); Zerlina, su novia (soprano); campesinos, campesinas, músicos, criados.


Argumento: La sombría tonalidad de 'Re menor (que Mozart utiliza casi siempre para la descripción de atmósferas trágicas y opresivas) de la dramática obertura, produce la impresión de anticipar los acontecimientos futuros.
La primera escena se desarrolla de noche frente a un palacio. Leporello se pasea de mal humor en medio de la lluvia y el viento porque tiene que estar de guardia mientras su señor busca aventuras galantes. Su resentimiento se expresa en la famosa aria «Notte e giorno faticar». Don Juan abandona precipitadamente el palacio, perseguido por doña Ana. Esta trata de reconocer al intruso mientras grita pidiendo auxilio. Su padre, el anciano comendador, llega corriendo y es muerto por el fugitivo, después de una breve lucha. Don Juan y Leporello desaparecen en la noche. Ana hace que su novio, Ottavio, a quien han ido a buscar, jure que se vengará.
Un poco más tarde, don Juan y Leporello se detienen en su huida, y el criado hace amargos reproches a su señor por la vida que lleva. Pero éste no lo entiende. ¿Dejar las mujeres? Las necesita tanto como la luz del día y el aire que respira. Siempre está dispuesto a comenzar una nueva aventura. Por el camino se acerca una dama con el rostro oculto por un velo. Don Juan reconoce demasiado tarde que es una de las amadas que abandonó: doña Elvira, una noble señora de Burgos. Pone pies en polvorosa y deja a doña Elvira a cargo de su criado y hombre de confianza Leporello, a quien no se le ocurre nada mejor que leerle la lista de las mujeres seducidas por su señor. Lo que desde fuera parece cómico, es en realidad uno de los momentos más crueles de la escena operística. El «inofensivo» Leporello se convierte en un demonio que disfruta con los sufrimientos de su víctima. ¿Se da cuenta de ello? La «lista» es larga y la orquesta irrumpe cada vez con una carcajada: «En Italia son 140, en Alemania 231, en Francia 100, en Turquía 91, pero en España, en España son ya 1003. Campesinas, nobles, burguesas, condesas, baronesas, princesas, mujeres de todo rango y clase... ¿Cómo lo hace? Bueno, eso ya lo sabéis...». El «aria de la lista» se ha convertido en una obra maestra de la maldad humana y de la alegría ante el mal ajeno. La escena siguiente muestra la preparación de unas bodas campesinas, en las que un honrado labrador se luí de casar con la encantadora Zerlina. Llega don Juan y comienza a seducir a la joven campesina, después de haber invitado a todos los presentes a celebrar el acontecimiento en su pala ció. Mozart compuso una melodía se ductora que es al mismo tiempo una obra maestra desde el punto de vista psicológico, pues el aristócrata adapta su lenguaje musical al de la joven: «La ci darem la mano».

Zerlina ha sucumbido ya al hombre de mundo cuando aparece Elvira y comienza a informarle de las falsas promesas de don Juan. Éste trata de convencer a la joven de que Elvira ha perdido el juicio, mientras que, a la inversa, trata de convencer a ésta de que lo de Zerlina es sólo una broma. Un poco más tarde, Ana y Ottavio encuentran al seductor y le piden ayuda para encontrar al criminal que se ha burlado de la primera. Don Juan lo promete con aires de gran señor, pero se retracta rápidamente, después de un cuarteto magistral, pues de repente tiene la sensación de que doña Ana lo ha reconocido. Ottavio trata de apaciguar a su prometida en una bella aria.

Don Juan atiende a los campesinos generosamente, pero su único interés es seducir a Zerlina. Un aria de bebedores de don Juan, conocida como el «aria del vino» o «del espumoso», revela sus principios: vino, fiestas delirantes, danzas y siempre mujeres.
Zerlina tranquiliza a su novio: nada ha ocurrido entre ella y el caballero (pero oculta que ha sido por la oportuna intervención de Elvira). Pero si su novio quiere castigarla, entonces sufrirá como una corderilla.
El final del acto da ocasión para una gran escena en el palacio de don Juan. Se suman a los campesinos Ottavio, Ana y Elvira, que van enmascarados. Es imposible pasar por alto la tensión, u pesar de que suena música de danza. Mozart logra una obra maestra: tres ritmos diferentes, tres danzas ni mismo tiempo, entre ellas el famoso minué.
Don Juan ha logrado llevar a Zerlina a un pabellón solitario. Desde allí se oye su grito de socorro. Cuando llegan corriendo los invitados, don Juan intenta, con éxito dudoso, presentar a Leporello como culpable. Ana, Elvira y Ottavio se quitan las máscaras, la posición de don Juan resulta difícil. Otra vez no le queda más remedio que huir rápidamente.
El acto segundo comienza con una nueva disputa entre el señor y su criado, disputa que termina cuando don Juan entrega a Leporello una bolsa llena de oro. Leporello ayudará a su señor en una nueva aventura. ¿Por qué traiciona a todas las mujeres?, quiere saber Leporello. «Ser fiel a una significa traicionar a las otras», le confía don Juan. El cambio de ropas entre don Juan y Leporello es el comienzo de la nueva aventura. El criado atraerá así a Elvira, mientras el señor goza con su doncella. Don Juan toma la mandolina y canta una serenata en la calle, sobre la que ha caído la noche.
Masetto interrumpe la aventura. Con otros campesinos ha salido a buscar a don Juan para darle una paliza. El burlador se siente en cierta medida seguro con la ropa de Leporello, se une a los perseguidores, distribuye a los hombres «estratégicamente» en distintas calles y, cuando por fin se queda solo con Masetto, lo muele a palos. Zerlina, que ha llegado precipitadamente, debe consolar a Masetto, que está lleno de magulladuras. Mientras tanto, Leporello, en otra calle, trata de quitarse de encima a Elvira. Entonces se ve rodeado de hombres que lo amenazan. Elvira intenta defenderlo, pues cree que es don Juan, a quien sigue amando. Leporello se da a conocer, y la furia de todos contra su señor aumenta todavía más. Ottavio, que llega con Ana, canta una magnífica aria (es su única actividad en la ópera, aunque bella). En la segunda versión de la obra (para la representación en Viena), Mozart añadió dos números musicales: un dúo cómico de Leporello y Zerlina y un aria desesperada de Elvira.
Don Juan, que sigue vistiendo la ropa de Leporello, ha saltado la tapia de un cementerio. Allí encuentra a su criado, atemorizado por culpa del lugar en que se encuentran, a la inversa de don Juan, que piensa en nuevas aventuras. Entonces sus palabras frívolas son interrumpidas por una voz fantasmal y solemne que procede del más allá. Mozart utiliza los trombones, que ya había probado en Idomeneo, también en una aparición sobrenatural. Don Juan obliga al tembloroso Leporello a leer una inscripción que hay en una enorme lápida: «La venganza espera aquí al asesino». Es la estatua del comendador, Don Juan no se asusta; entre las pocas buenas cualidades que se le atribuyen en este libreto está sin duda el valor. Ordena a su tembloroso criado que invite a cenar a la estatua. Leporello no puede terminar la frase, don Juan la completa. La estatua asiente con la cabeza y responde: «Sí».
En una escena (innecesaria desde el punto de vista dramático) entre Ottavio y su prometida doña Ana, ésta tiene ocasión de cantar un aria grandiosa. Entonces comienza, en el palacio de don Juan, el verdadero final. Todo está preparado para la fiesta: una orquesta, bailarinas, criados, luces, una mesa. La orquesta de la escena ejecuta distintas piezas para mantener de buen humor al único participante de la fiesta, don Juan, cuyo apetito incansable envidia Leporello. ¿Ha olvidado que invitó a la estatua? La orquesta ejecuta una melodía ligera, comentada por Leporello: «Una cosa rara». Es el título de una ópera del español Vicente Martín y Soler, residente en Viena a la sazón y que un año antes había superado en éxito al Fígaro de Mozart. Leporello comenta: «¿Cómo se llama esa vieja ópera?». La pequeña orquesta entona otras frases: también proceden de una ópera contemporánea, olvidada hace mucho tiempo: Fra i due Utiganti il terzo gode, de Giuseppe Sarti. Luego suena la que en la época era la melodía más popular del Fígaro del propio Mozart: «Non piü andrai».
Entonces aparece Elvira, muy excitada. Implora a don Juan que cambie de vida. Es rechazada con desprecio y sale llorando. Se detiene ante la puerta con un grito de terror.
Don Juan corre hacia la puerta y con gestos de gran señor invita a entrar al «convidado de piedra». Pero el vengador no ha ido a cenar. Exhorta a don Juan a que se arrepienta. Don Juan se resiste con obstinación: ¿Cambiar de vida? ¡Nunca! Ase la mano de piedra que le tiende la estatua y cae muerto. Según las acotaciones del libreto, que se basa en la antigua leyenda, don Juan es tragado por el abismo, por las llamas del Infierno.
En este punto termina el drama. Pero las óperas del barroco y del rococó añadían con frecuencia al final una especie de «epílogo», una interpretación, una perspectiva. Así se vuelven a reunir todos los supervivientes, comentan el fin del malvado como acto de la justicia divina y cada uno hace sus propios planes: Masetto y Zerlina se casarán de inmediato, Elvira irá a un convento, Leporello buscará otro señor, Ana aplazará su boda con Ottavio. El romántico siglo XIX excluía con frecuencia este cuadro, que hoy por lo general se representa.

Libreto: Lorenzo da Ponte fue poeta de la corte de Viena y abate, pero al mismo tiempo experto en aventuras amorosas. A pesar de todo, de ningún modo se puede decir que esté logrado su libreto para el Don Juan de Mozart. En primer lugar hay objeciones de principios. Entre don Juan y Casanova hay una gran diferencia, en un sentido profundo son figuras opuestas. Mientras que el último sólo busca el placer, don Juan busca con furiosa obsesión una especie de redención. Sobre esta diferencia se han dicho muchas cosas inteligentes. Pero da Ponte confunde demasiado los conceptos. Su don Juan no elige; su única obsesión es sexual, lo que lo integra en una esfera del todo impulsiva. Pero incluso en esa característica el libreto apenas si resulta acertado, pues las escenas de la ópera presentan exclusivamente aventuras malogradas (el intento de violación de Ana, que concluye con su huida, y el abordaje de Zerlina, que fracasa de manera casi grotesca) y el comportamiento ante Elvira, indigno de un noble. A esto se añade además el homicidio del anciano comendador, un compañerismo muy dudoso con el propio criado y las reiteradas mentiras. Sólo al final del drama alcanza verdadera grandeza este supuesto seductor y favorito de las mujeres. Tal vez en la temeridad de don Juan en la escena del cementerio, pero sobre todo en su orgullosa actitud ante el «convidado de piedra», tenemos la sensación, tan necesaria en esta historia, de encontrarnos, no ante un libertino mediocre, sino ante un noble obsesionado por la finalidad de su vida (encontrar la mujer que pueda redimirlo realmente). Una buena representación puede dar una forma más perfecta a la imagen trazada por da Ponte, pero esto no cambia su verdadera constitución.
Por otro lado, el libreto tiene también aciertos considerables: la hábil distribución de las escenas dramáticas y las cómicas, la lograda figura de Leporello, la elección de los escenarios. La caracterización de las tres mujeres es más acertada; entre los hombres, el más desdibujado es don Ottavio.

Historia: El día 1 de octubre de 1787 sale Mozart con Constanza hacia Praga, llevando casi todo el trabajo hecho, porque el estreno estaba previsto para quince días después, aunque al final, se aplazó hasta el 29 del mismo mes. De nuevo se produce la admiración, la sorpresa y el éxito. En el estreno absoluto de Don Giovanni estuvo Casanova, amigo de Da Ponte y vicario de don Juan en la tierra.
A mediados de noviembre vuelven los Mozart a Viena. Acaba de morir Gluck y el emperador va a nombrar a Mozart músico de la Cámara real e imperial con un salario muy inferior al que cobraba su antecesor, aunque él pueda consolarse diciendo que no había otro en la Cámara que recibiera tanto. La única obligación del cargo consiste en componer piezas de baile para las famosas reuniones de carnaval en la Redoutensaal de palacio, en las que, el baile de disfraces con cena y juego, se prolongaba desde las nueve de la noche hasta las cinco de la madrugada. Los carnavales se celebraban entonces desde el primer domingo después de Navidad, y se extendían a otras fiestas y domingos del año; para ellos compuso Mozart contradanzas, minuetes y danzas alemanas, que a él mismo le gustaba bailar, en las que hace alarde de ingenio y de técnica de orquestación.
El 7 de mayo de 1788 se produjo por fin el estreno de Don Giovanni en Viena, con un éxito mucho menor que el que obtuvo en Praga. Para esta ocasión Mozart hizo algunas modificaciones, la más importante fue la eliminación del sexteto final en el que todos celebran, con muy poca grandeza de espíritu, la desaparición del enemigo común, para acabar entonando la consabida moraleja de que ¡quien mal anda, mal acaba! Con esta supresión nos parece que Mozart quería poner más difíciles las cosas al público vienes, aunque sospechamos que lo hubiese logrado de cualquier manera, porque en toda Alemania la aceptación de esta ópera fue muy tardía.

Fuente: Diccionario de la Ópera de Kurt Pahlen 

8 comentarios:

  1. Buenísimo Ale. Sabés que leí el argumento y mientras miraba el video de Youtube me iba imaginando la escena. jaja se ve que muy en el fondo tengo algún gen de mi vieja relacionado a la música jajaja excelente el post.
    Saludos

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  2. Muy interesante Ale!!! Me gustó mucho...Felicitaciones.

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  3. Gracias Leo, Realmente es una ópera muy interesante.

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  4. Gracias Romina, me alegra que te haya gustado.

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  5. Me encanta la musica de Mozart ale muy lindo tu blog

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  6. ¡Qué linda es la música clásica! Te voy a pedir algo de Vivaldi. Como siempre muy buenas tus entradas. Saludos.

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  7. Gracias María, no hay problemas, algo de Vivaldi tengo.

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