domingo, 4 de septiembre de 2011

Adiós Nonino

Hubo pocos músicos tan exigentes con la propia obra como Astor Piazzolla. Por eso, su entusiasmo en el verano del 69 al hablar de la introducción que había escrito para un nuevo arreglo de "Adiós Nonino" creó grandes expectativas, totalmente satisfechas por la hermosa sonatina de dos minutos y medio presentada en el álbum Trova del mismo título. Obedientemente leída por Dante Amicarelli, un versátil pianista de confitería a quien -igual que hizo con Jaime Gosis- el compositor le permitía mostrar por una vez su desperdiciado talento, resultó un clásico instantáneo.

Vicente Piazzolla había muerto diez años antes en Mar del Plata como consecuencia de un tonto accidente de bicicleta mientras el hijo compartía con Copes y Nieves un show de tango en Puerto Rico. De vuelta en Manhattan, en lo que parecen haber sido jornadas que mezclaban variadas desesperaciones, creó su gran tango-homenaje, en realidad una revisión de "Nonino", compuesto en París cinco años antes para orquesta de cuerdas y al que recién volvió a prestar atención en 1961, cuando hizo convivir ambas piezas en "Piazzolla interpreta a Piazzolla", su primer gran álbum con quinteto.
Desde el comienzo, "Adiós Nonino" estuvo ligado a ese formato instrumental: era inevitable escucharlo con el bandoneonista rodeado de violín, guitarra, piano y contrabajo, pero pasaba a segundo plano en proyectos más numerosos. Lo mismo, la pieza adquirió vida propia y fue grabada por diversos directores -Leopoldo Federico, Francini-Pontier, Atilio Stampone, Aníbal Troilo- convirtiéndose en un standard del tango.
Esta popularidad no autorizada puede haber sido lo que impulsó a Piazzolla a reformularlo, una advertencia de que él seguía siendo el dueño de esa música, aunque los que la recrearan fueran sus amigos más queridos y de los pocos que respetaba en el ámbito del tango. Seguramente también hubo una actitud artística noble, la idea de rescatar el carácter íntimo con el que la pieza había nacido, un emotivo tributo final al ser querido, no el pretexto para bailarines seguidores de buenas orquestas.
Aquel prólogo de piano sólo estrenado por Amicarelli quedó incorporado para siempre a "Adiós Nonino", y con distinta sensibilidad lo interpretaron Osvaldo Manzi, Osvaldo Tarantino (su versión en el CD "La muerte del ángel" basta para justificar la leyenda nacida alrededor de este músico) y durante diez años Pablo Ziegler, integrante a partir de 1978 del quinteto más estable y por eso el más adecuado a su música de todos los que Piazzolla condujo.
El grupo murió de causas naturales diagnosticadas prematuramente por el director, que poco más tarde se lanzaba a organizar un sexteto como el de Julio De Caro. La gran travesura fue que, en lugar de un pianista sumiso a la manera del hermano Francisco, convocó al único compositor argentino con obra equiparable a la suya y además gran improvisador, no con la picardía oportunista del jazz sino en el espíritu de los virtuosos románticos: Gerardo Gandini.
Con él, la introducción pianística de "Adiós Nonino" vigente durante más de dos décadas comenzó a decir adiós; cada concierto un tratamiento distinto hasta culminar en el encuentro del Sexteto Nuevo Tango con la orquesta de Osvaldo Pugliese, cuando llegado el momento de tocar la famosa obertura el pianista prefirió seguir jugando a recomponer "La yumba".
Fue en 1989 y el concierto tuvo lugar en un teatro de Amsterdam, la misma ciudad desde donde hace apenas un par de semanas, gracias a la espléndida boda real con novia argentina, "Adios Nonino" se hizo escuchar en todo el mundo, no como gentileza folklórica sino con el carácter de elevada música ceremonial soñado por su compositor que, fiel a su temperamento, se hubiera declarado tan dichoso como ofendido por la elección.
Piazzolla con sus padres
Letra y Partitura



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