martes, 28 de junio de 2011

El Tango y las Malas Mujeres

Nunca hay dos letras de tango iguales. Tendrán rasgos de similitud, reproducirán un mismo suceso con igual intensidad. Pero entre una y otra hay siempre abismos de diferencia. Por extensión, el tango no representa una sola cosa, no relata un solo hecho. Y esto va dirigido hacia quienes institucionalizaron la frase “el tango es el lamento del cornudo”. Con la diversidad de temáticas existente, se comprueba que nuestra música popular está muy lejos de tal afirmación. Aunque, claro está, la historia de la malas mujeres -que también existen en la vida real y en la poesía universal...- también es tema de nuestro tango.
Hacia 1924, los hermanos Oscar y Francisco Lomuto compusieron Nunca más, donde el protagonista se lamentaba de su amor perdido. Una historia que con el tiempo sería harto reiterada...
Linda muñequita mimosa,
siempre en mi corazón estarás,
nena, acordate de la pena
que me dio tu boca loca
cuando dijo ¡nunca más!

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En la obra teatral “Aquella noche en el Pigall”, escrita por Francisco Bastardi, se incluía el tango “Entrá nomás”, del mismo autor y de Juan Rezzano. La pieza se estrenó en 1925. El tango lo cantó Eva Franco.
La letra en cuestión no sólo se refería al abandono: también justificaba el regreso de la mujer.
Entrá nomás, ya que has vuelto,
no tengas miedo a la biaba,
si yo tranquilo esperaba
que volvieras otra ves;
y aunque tuviste el coraje
de abandonar nuestro hijito
entrá, que está el pobrecito
deseando que lo besés.
Por supuesto que hay una recomendación final que tener en cuenta:
Pero de hoy en adelante
si en mi techo te cobijo
serás madre de mi hijo
¡pero mi mujer jamás!”


Penitencia que se impone a la mujer por su falta...
En el concurso del disco Nacional de 1926, organizado en el Grand Splendid Theatre, Llegué a ladrón por amarte (de Juan Maglio), obtuvo el segundo premio. La letra no aporta nada nuevo.
Mujer que te fuiste, dejándome enfermo
portándote mal con mi leal querer
ya estoy agotado, me voy acabando
ya nada jamás me habrá de curar


Celedonio Flores no podía dejar de referirse a esta temática. Por eso concibió “Te odio”, que lleva música de Francisco Pracánico. Es muy notoria la adaptación de los versos a la música. Y mucho más notorio el facilismo al que descendió Flores al componer este tema, que seguramente es de lo más olvidable de sus composiciones.
Te odio, maldita,
te odio como antes te adoré.
Dios quiera que un día
volvieras a mí,
buscando refugio
vencida y sin fe.
Entonces podría cobrarme
tu traición.
¡Es tanto lo que odio,
que al verte sufrir me vengaré!



En 1932, Enrique Santos Discépolo creó un clásico en la materia. El mismo drama fue tratado con un léxico pulido, más conmovedor. Pero nada sensiblero en su enfoque:
Ventarrón que desgaja
en su furia un ayer
de ternura, de hogar y de fe...”
Refiere el poeta con una profunda tristeza. “Secreto” se constituyó en uno de los temas de gran repercusión del momento. Aunque el género en sí ya estaba trillado -y ya combatido también-, “Secreto” aportó un mensaje distinto.
No puedo reaccionar,
ni puedo comprender,
perdido en la tormenta
de tu voz que me embrujó,
la seda de tu piel que me estremece
y al latir florece
con mi perdición...




Pero también aportó Discépolo la vertiente humorística del tema, con su celebrado -y no menos realista- ¡Victoria!
¡Victoria, saraca, victoria!
¡Pianté de la noria!
¡Se fue mi mujer!
Si me parece mentira
después de seis años
volver a vivir...
Volver a ver a mis amigos...
¡Vivir con mamá otra vez!...

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